Imagen: Febiyan
Ensayo

Escuchando y co-creando en tiempos de pandemia

19/4/2021

Este pequeño ensayo surge a partir del momento que actualmente estamos viviendo la llamada pandemia. ¿Acaso se ha modificado la escucha y la vinculación con el otro? ¿Hay nuevas formas de co-existir con el otro y lo otro?


Desde hace un año tanto en México como en el mundo parece que el tiempo y el espacio se paralizan y todos nos encontramos desorientados tratando de comprender lo que sucede y sin entender la magnitud de la situación.


Fue a partir de esta incertidumbre y desesperanza que decido elaborar este pequeño escrito para generar un espacio virtual entre tu y yo para formar un nosotros esperando poder apoyar a todo aquel que necesita orientación, apoyo, consuelo, y esperanza.


Siguiendo con las ideas anteriores es desde esta situación que me surge la palabra escuchar, pareciera que todos sabemos qué significa este verbo regular en infinitivo , sin embargo, ¿qué tanto lo conjugamos en gerundio? ¿qué tanto estamos en compañía de alguien realmente escuchando? Y lo que también podría cuestionar es ¿qué tanto nos escuchamos a nosotros mismos? ¿Qué está sucediéndonos ahora con la pandemia, nos podemos oír entre nosotros? ¿Qué aspectos pudieran estar ausentes para este vínculo tanto interno como externo? O ¿Estaremos abriendo nuevas posibilidades para escucharnos?


Realmente pienso y estoy convencida que para escuchar al otro y poder estar en relación es imprescindible, que primero nos escuchemos a nosotros mismos. ¿Qué es necesario para escucharnos? En mi experiencia tanto personal como profesional, lo que a mí me ha facilitado más el escucharme es encontrarme con el silencio tanto externo como interno.


Es curioso, que para poder escuchar, necesitamos el silencio parecieran ambas palabras antagónicas ya que el silencio es el estado en donde aparentemente no hay ningún sonido o no se oye ninguna voz ¿qué es lo que escuchamos entonces en el silencio? ¿Hay algo que en el silencio si existe y no lo escuchamos? ¿cómo entrecruzar el estar escuchando y el silencio?


Al escribir me doy cuenta que no estoy emitiendo palabras en este momento con sonidos sin embargo, mis palabras dirán y hablarán algo para que tú las puedas leer y quizá escuchar. Al mismo tiempo presto atención a los sonidos de la naturaleza como el cantar de las aves, el sonido del viento en mis oídos, el crujir del árbol bajo el cual estoy sentada; esto lo logro hacer a partir de estar en atención plena con el entorno que me rodea, mas, ¿qué tanto nos podemos sentar a disfrutar de este deleite de poder estar con nosotros, escuchándonos y amplificando los sonidos de la naturaleza?


Recuerdo hace algunos años haber organizado un retiro junto con mis colegas y tuvimos como invitada especial a Agnés de la Croix, quien es una de las mejores psicoterapeutas gestalt. Ella vive en Francia y yo me siento muy honrada de haber sido su alumna y hoy su amiga, siendo el silencio uno de los grandes tesoros que me enseñó y el verdadero significado del mismo.


Este retiro estuvo basado en la rosa mística que se celebra en el Tíbet. El objetivo del mismo es conectar contigo y con los participantes. Esta propuesta es un proceso de sanación a través de reír, llorar y del silencio.


Esta experiencia fue para mi una de las aventuras en mi camino espiritual más profunda que he tenido, fue un depurar de mis dimensiones racional, emocional, corporal y espiritual, de aquello que me bloqueaba internamente. Lo que más me impacto y golpeó fuertemente de esta vivencia fue el silencio, pues pude darme cuenta que necesitaba ir dentro de mi ser para poder escucharme, pues poco lo practicaba.


Lo que teníamos que hacer era conectar con nosotros a través del silencio, al principio pensé que sería muy complejo, ya que soy una de esas personas que disfruto mucho el comunicarme con el otro, mas algo adentro de mi me jalaba hacia el fondo de mi ser e intuía que algo substancial había que ser descubierto.


Lo primero que me imaginaba es que aquello sería un gran reto pues para mi, el silencio no era algo muy conocido en este nivel. Por supuesto que podía estar callada, mas la propuesta de estar receptiva hacia mi, hacia lo que sucedía alrededor y a todo lo que se moviera dentro de mi era toda una novedad.


El lugar en donde estábamos era en Contla, Tlaxcala en el Eremitorio Franciscano, una casa de retiro que se encuentra a espaldas del volcán Iztaccíhuatl. La indicación era que podíamos hacer lo que quisiéramos durante todo el día, mas teníamos simplemente que estar en silencio. Lo que recuerdo es haberme quedado un buen rato en el salón hasta que de pronto me levanté y salí del recinto dejando que mis pies me guiaran. Estuve caminando largo tiempo entre la naturaleza, fui observando todo lo que me rodeaba, los árboles, las flores  e incluso me topaba con algún compañero del retiro y nos mirábamos a los ojos siguiendo nuestro camino.


Me sentía bastante torpe en un inicio, mas de pronto comencé en ese caminar mucho más despacio, me detenía ante el mínimo detalle que llamara mi atención, el zumbido de los moscos, las lombrices en la tierra, el ruido de la naturaleza, el sonido del viento, el aleteo de los pájaros en fin, era como si de pronto todo se magnificara, había una melodía que no había escuchado anteriormente; estaba completamente inmersa, no había división entre el entorno y mi persona, era una sensación extraña me sentía siendo una totalidad.


Continué mi recorrido siguiendo un pequeño sendero hasta que me topé con un enorme árbol frondoso y a la sombra del mismo encontré una roca que claramente yo la escuché llamándome, así que decidí sentarme justo encima de ella. Estaba absorta en mis pensamientos y de pronto alcé mi mirada y la imponente vista del Iztaccíhuatl era todo lo que mis ojos veían, de hecho no era sólo mi vista sentía todo mi cuerpo atrapado dentro del volcán como un imán, no había separación fue tan impactante ese instante que solo comencé a sentir cómo rodaban las lágrimas de mis ojos.


Era tal inmensidad y yo me sentía tan pequeña, apreciaba una gran sensación de humildad que tocaba mi espíritu, me encontraba fusionada a todo ese espacio, escuchaba latir fuertemente mi corazón, algo se resquebrajaba dentro de mi. Mi cuerpo percibía un calor interno como jamás lo había experimentado. Poco a poco esa intensidad fue disminuyendo encontrándome agradecida y en paz. No deseaba irme de ese lugar quería permanecer ahí, parecía como si el tiempo se detuviera, sin embargo llegó el atardecer rojizo y fue cuando tomé conciencia de las horas que yo debí haber estado sentada ahí como paralizada.


En este momento que recuerdo esta gran travesía siento nuevamente aquella sensación de paz y armonía puedo realmente decir, que a partir de entonces mi vida espiritual y la escucha profunda hacia mi, cambio significativamente.


Narro esta experiencia pues es en el silencio donde puedo escuchar no sólo lo que sucede dentro de mi sino también la escucha hacia el otro y así juntos co-crear algo novedoso.


Durante esta pandemia he encontrado que tenemos esta gran oportunidad de aprovecharla a nuestro favor teniendo de pronto espacios de intimidad y silencio con nosotros mismos. Las personas me platican que también están pudiendo co-crear vínculos familiares que ya no se fomentaban, se ha abierto un diálogo con el otro pues nos hemos visto forzados a convivir todo el día, estamos re-aprendiendo nuevas formas de vinculación, podemos entrar a la crisis surgiendo formas diversas para solucionar los conflictos.


También han aparecido muchas situaciones complicadas se están generando estados de mucho estrés, ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, duelos por muertes de familiares y amigos, pérdidas de empleo en una palabra hemos entrado a una gran incertidumbre y crisis.


Estoy convencida que las crisis nos ayudan a desentrañar nuevas estrategias y posibilidades de estar en el mundo, nuevas formas de hacer diferente lo que hacíamos, re-inventarnos constantemente, co-creando junto con todos los seres vivientes del planeta y aprendiendo a escucharnos.


Peter Wilberg, en su libro The Therapist as Listener, Martin Heidegger and the missing dimension of counselling and psychotherapy training (2004), menciona en el prefacio que el escuchar al otro es una práctica que requiere el silencio para poder estar completamente ahí con el otro.


Para concluir este artículo pienso que es a partir de mi silencio que puedo escuchar al otro para generar sintonía y empatía hacia el ser humano frente a mi, para que juntos podamos co-crear un diálogo abierto que permea, no solo en las palabras pronunciadas y el oído, sino escuchando en gerundio, implicándonos desde la totalidad del cuerpo, de la mente, de las emociones y del espíritu.




Referencia

Wilber, P. (2004). The Therapist as Listener. Martin Heidegger and the missing dimension of counselling and psychotherapy training. UK: New Gnosis Publications.

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